El coaching no es una receta mágica (y qué bueno que no lo sea)
El desarrollo humano no cabe en una fórmula, ni tampoco tiene soluciones únicas.
He tenido la oportunidad de estudiar diferentes modelos para acompañar a líderes y equipos desde el coaching, sin embargo, cada proceso es único y requiere de aproximaciones que respondan a las particularidades individuales y de contexto de equipo y organización.
Porque acompañar a alguien en su proceso de crecimiento no se trata de aplicar un paso a paso, sino de generar un espacio seguro para que esa persona (o ese equipo) pueda parar, mirar(se) y decidir cómo quiere avanzar.
En coaching no damos consejos, no solucionamos problemas, no decimos lo que hay que hacer. Acompañamos desde la pregunta, desde la escucha activa, desde la creencia profunda de que cada persona tiene dentro de sí los recursos para encontrar su camino.
A veces, eso implica atravesar la incomodidad de no tener una respuesta inmediata. A veces, también, implica desafiar creencias arraigadas, ampliar perspectiva y reconectar con lo que de verdad importa.
Y aunque puede haber estructuras, herramientas, modelos, marcos… lo más poderoso del coaching ocurre cuando dejamos de buscar la respuesta “correcta” y empezamos a explorar las preguntas que de verdad hacen sentido.
Por eso el coaching no es magia. Yo lo veo más como proceso, consciencia, curiosidad y compromiso.
Y eso, para mí, es infinitamente más valioso que cualquier fórmula prometida.